lunes, febrero 04, 2008

¿Somos capaces de creer y querernos a nosotros?

Yo creo que una persona no es solo el cuerpo y el alma del individuo. Creo que cada uno es todo y todos lo que lo rodean. Yo no soy el mismo si quitaran de mi vida a un ser querido en particular, y tampoco sería el mismo si cambiaran esa ausencia por la de otro. Por la pérdida (o la presencia) de una persona en particular ya altera muy importantemente toda nuestra vida. ¿O acaso no es así? ¿O quien acaso vive tan dentro de sí mismo que sabe que sería el mismo si en su vida no hubiese conocido o hecho tal cosa?

En resumen: yo soy mi familia, yo soy mis amigos, yo soy las cosas que viví, yo soy las penas que sufrí, yo soy todos mis afectos y todas las cosas que hice y finalmente todo ello se concentra en mi cuerpo y alma, y se resume en lo que soy ahora. Estoy convencido que de no haber conocido a ciertas personas, no sería quien soy ahora. Sería otro, pero un otro anónimo y fantasmal, sería lo que me perdí de ser.

¿De dónde me surgieron todas estas cosas? Pensando de cómo todos, o casi todos, hoy en día, tenemos la costumbre de identificarnos con un personaje (no una persona, un personaje), normalmente famoso y virtuoso por algo en particular. Y que l@/s idolatramos, que nos preocupamos por conocerlos y seguirlos y los hacemos parte de nuestras vidas cuando uno no forma parte de la de ell@/s. ¿Por qué pensamos que son importantes para nuestras vidas? Sus obras, las cosas que hacen nos agradan y las admiramos, pero, ¿queremos a la obra o al autor? Claro que la obra es incorruptible de la memoria de los hombres. Por ello hoy seguimos recordando a personas fallecidas hace siglos que hicieron cosas que consideramos y creemos importantes, y por algo será, no lo pongo en duda. Pero, ¿es más importante creer –sentir fe- en un personaje con el que no puedo interactuar más que como receptor pasivo de sus obras que con aquellas personas en las que me veo reflejado con sujeto, y a quienes mis palabras y mis actos afectan bilateralmente? ¿Por qué nos dejamos cegar por una cosa, con todos sus méritos y atributos, para dejar de lado nuestra actividad sensible? ¿Tememos creer en aquellos de los cuales no nos dicen que debemos creer? Porque a los personajes que me refiero, absolutamente son conocidos por un gran número de personas, que comparten ser receptores de las obras, pero que muchos no comparten nada más. Resultan ser, final y mutuamente, nadies… un conjunto de nadies que se desconocen como sujetos pero sí por el atributo de haber leído o conocido una obra pero identificarse con la personalidad de un tercero.

Yo creo que no podemos confiar en nosotros como sujetos. Tememos confiar, creer y querer más de lo prudente a personas que podemos conocer y en las que podemos eventualmente confiar, creer y querer. Sin embargo nos inclinamos por el miedo de aquellos que podemos conocer. Y ni hablar por los desconocidos, que son nadies ambulantes, apariciones fugaces, que aparecen por una calle y se pierden para siempre en una boca de subte. Y quizás, su amistad, su amor, su simpatía nos podría haber llenado nuestro ser.

En la calle somos a la vez fantasmas y sujetos. Es aterrador pensarlo. Somos figuras humanas, con atributos externos catalogables (lindos, feos, etc.), que nos presentamos en un momento a la vista de ¿alguien?, por unos minutos o tal vez horas, pero que luego desaparecemos para siempre. Y como fantasmas nos desintegramos para siempre, sin haber realmente existido. Todos los días, para ¿alguien? somos ilusiones ópticas a la que todos nos acostumbramos.

Sin embargo, del otro lado, sabemos que somos sujetos y que somos todas las personas con las que compartimos nuestra vida y todas las cosas que hacemos. Pero a cada instante aparecemos por casualidad, sin importancia, y ni siquiera morimos, sino que desaparecemos, sin que nos digan adiós.

2 comentarios:

Charly Santos dijo...

Che, te dejo una duda:
¿Qué pasa con la gente que no conocemos ni podemos conocer, esa gente con la que uno se identifica? Yo interpreto que lo que decís es algo así como que deberíamos separar al productor del producto...
¿Y qué pasa con los individuos como el Che Guevara o el Subcomandante Marcos? Más que individuos son símbolos, no?
De todo lo demás, no se si será "lo correcto", pero yo me declaro en la misma posición.

El Rubio dijo...

Mira, yo en lo personal tiendo a descreer o al menos dudar de todo. Aunque no puedo negar que universalmente la gente se identifica con algún personaje (como quien hoy se identifica con Maradona, en otros tiempos lo hacía con Hércules, o algún personaje de fábula), es más, la psicología reconoce como una forma normal del desarrollo del individuo la elección de con quién identificarse.
Y cuando decís que "más que individuos son símbolos" no es más que una poderosísima abstracción social de todas las cabecitas que piensan así. Y por algo será, claro.
Sabemos bien que con el Che Guevara se hizo lo que quisieron, integrarlo como un símbolo más de la cultura pop, como Marylin Monroe o Albert Einstein o Spider Man. Todos ellos tienen su vida abstracta, no-real, pero vida al fin, por eso los conocemos.
A lo que respondo, la identificación me parece (no hablo cono conocimiento de causa) es una forma de sublimar la vanidad o el orgullo individual que a cada rato te presiona en esta sociedad. Es decir, un tipo cualquiera se siente un poroto al lado del Che Guevara (que era un tipo como él que le tocó estar en un lugar y en una época determinadas!) y para llenar ese vacío lo incorporan (acordate que estamos hablando del personaje, no del sujeto) como un fetiche, como un adorno de su yo, como que les transmite "parte de su gloria o su virtud".
Y en mi opinión a todo esto: creo que es muy miserable desvalorizarse tanto. Si retomamos lo que escribí en el artículo original y nos valoramos por las personas que sí forman parte de nosotros y por las cosas que hacemos, no tenemos esa necesidad de "rapiñar" la virtud ajena. Es como aprender a querer y valorar a nosotros mismos. Y me doy cuenta cuando pienso, por ejemplo, en la Deformidad, que somos re amigos y las cosas que hacemos son recopadas y es como que empecé a valorar a cada uno de nosotros, sin caer en simbolizaciones fantasmales, y la verdad que esta genial.