domingo, febrero 24, 2008
Pequeñas conclusiones
El arte de la ideología es encontrar la forma de que la verdad propia parezca mejor que la de todos los demás y convencerlos de que se sometan a la de uno.
Creo que, dialécticamente, soy la negación del santo apostólico que lleva mi nombre: Soy un santurrón intelectual que quiere convertirse en libertino a como dé lugar.
La esencia del "ser genérico" del hombre que toma Marx para explicar qué y cómo se lo aliena al hombre en las sociedades capitalistas (que es como una manguera que chupa la "gelatina de trabajo humano indiferenciado" para generar valores en las mercancías) es más o menos lo que los ponja ponen en sus animés como esa luz que emanan los personajes cuando se concentran, solo que a ellos les da superpoderes ninjas (tomar como referencia Dragon Ball, Caballeros del Zodiaco o Akira).
¿¿¿Cómo hizo ese negrito para llegar a ser Michael Jackson???
sábado, febrero 09, 2008
La verdad de Da Vinci
lunes, febrero 04, 2008
¿Somos capaces de creer y querernos a nosotros?
En resumen: yo soy mi familia, yo soy mis amigos, yo soy las cosas que viví, yo soy las penas que sufrí, yo soy todos mis afectos y todas las cosas que hice y finalmente todo ello se concentra en mi cuerpo y alma, y se resume en lo que soy ahora. Estoy convencido que de no haber conocido a ciertas personas, no sería quien soy ahora. Sería otro, pero un otro anónimo y fantasmal, sería lo que me perdí de ser.
¿De dónde me surgieron todas estas cosas? Pensando de cómo todos, o casi todos, hoy en día, tenemos la costumbre de identificarnos con un personaje (no una persona, un personaje), normalmente famoso y virtuoso por algo en particular. Y que l@/s idolatramos, que nos preocupamos por conocerlos y seguirlos y los hacemos parte de nuestras vidas cuando uno no forma parte de la de ell@/s. ¿Por qué pensamos que son importantes para nuestras vidas? Sus obras, las cosas que hacen nos agradan y las admiramos, pero, ¿queremos a la obra o al autor? Claro que la obra es incorruptible de la memoria de los hombres. Por ello hoy seguimos recordando a personas fallecidas hace siglos que hicieron cosas que consideramos y creemos importantes, y por algo será, no lo pongo en duda. Pero, ¿es más importante creer –sentir fe- en un personaje con el que no puedo interactuar más que como receptor pasivo de sus obras que con aquellas personas en las que me veo reflejado con sujeto, y a quienes mis palabras y mis actos afectan bilateralmente? ¿Por qué nos dejamos cegar por una cosa, con todos sus méritos y atributos, para dejar de lado nuestra actividad sensible? ¿Tememos creer en aquellos de los cuales no nos dicen que debemos creer? Porque a los personajes que me refiero, absolutamente son conocidos por un gran número de personas, que comparten ser receptores de las obras, pero que muchos no comparten nada más. Resultan ser, final y mutuamente, nadies… un conjunto de nadies que se desconocen como sujetos pero sí por el atributo de haber leído o conocido una obra pero identificarse con la personalidad de un tercero.
Yo creo que no podemos confiar en nosotros como sujetos. Tememos confiar, creer y querer más de lo prudente a personas que podemos conocer y en las que podemos eventualmente confiar, creer y querer. Sin embargo nos inclinamos por el miedo de aquellos que podemos conocer. Y ni hablar por los desconocidos, que son nadies ambulantes, apariciones fugaces, que aparecen por una calle y se pierden para siempre en una boca de subte. Y quizás, su amistad, su amor, su simpatía nos podría haber llenado nuestro ser.
En la calle somos a la vez fantasmas y sujetos. Es aterrador pensarlo. Somos figuras humanas, con atributos externos catalogables (lindos, feos, etc.), que nos presentamos en un momento a la vista de ¿alguien?, por unos minutos o tal vez horas, pero que luego desaparecemos para siempre. Y como fantasmas nos desintegramos para siempre, sin haber realmente existido. Todos los días, para ¿alguien? somos ilusiones ópticas a la que todos nos acostumbramos.
Sin embargo, del otro lado, sabemos que somos sujetos y que somos todas las personas con las que compartimos nuestra vida y todas las cosas que hacemos. Pero a cada instante aparecemos por casualidad, sin importancia, y ni siquiera morimos, sino que desaparecemos, sin que nos digan adiós.