Finalmente comprendí la razón de ser fundamental de los video juegos: fagocitar masivamente el tiempo muerto que uno tiene en los días sofocantemente aburridos (o aburridamente sofocantes) de las vacaciones de verano, entre los exámenes finales y el tan asiado viajecito que uno se pega en enero y con el que se la pasó masturbándose mentalmente desde mediados de marzo pasado.
Intenté subsistir como una sepecie de monje-zen-progre y fracasé. Ahora deseo ansiosamente ver caer los largos soles y las breves lunas pelotudizándome con juegos tan adictivos y entrañables como el Starcraft, Return to Castle Wolefnstein, Final Fantasy VII, Doom, o cualquier juego de estrategia económica en general y rpgs con cierta moderación.
Porque cuando ya no sabés que película mirar, no te queda un amigo que molestar con la alpeditud, cuando ya no cabe seguir devorando libros que no entienden que uno quiere divertirse, entonces es cuando hacen falta esas cositas con ruiditos y luces de muchos colores.
jueves, diciembre 27, 2007
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1 comentario:
La respuesta suele estar en la ciencia ficción.
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