Paseaba de un lado a otro del pequeño salón, devanándose los sesos. Su saco estaba colgado en una silla y tironeaba la corbata, palpando el agua en su camisa. Assí tendría que pasar José León Cabrera su anteúltima nohce. Solo fue una cuestrión de tiempo para que lo vinieran a buscar. Años más tardes, esta historia se popularizaría en una sátira de los insensibles tiempos que acaecían sobre Buenos Aires en aquel entonces.
Solo había un jarrito vacío de café en la mesa. Cabrera estaba demasiado ansioso como para aprovechar algunas horas de sueño. La implacabilidad de la historia a veces no perdona una segunda derrota. Unas horas más, horas menos. Solo era cuestión de tiempo. No se desprendía de la culata de la luger, ni un segundo. En suma, creía firmemente que mejor era seguir adelante y no detenerse a descansar, que ya no había vuelta atrás: al departamento en La Paternal, a la cama matrimonial, al perchero con doce corbatas. No olvidó lo que su mujer le repetía todas las noches, "¡va a llegar el día, por Dios!", nunca se olvidó. Menos aún esa noche.
Le pareció, en cuanto llegó a las calles pesadas cercanas a la terimal de Retiro, quye mientras más se acercaba a la frontera, más tenebroso era el medio ambiente de la ciudad, solo faltaba el lobo aullándole a la luna. La noche era frío y ventosa, pero tenía sudaba y miraba a todos lados, hasta llegar a la puerta de la terminal, palpando los bolsillos del sobretodo, sin encontrar cigarrillos. Miró atrás antes de franquear la puerta corrediza de cristal. Ni una alma adentro, solo las luces, entonces se largó a trotar, apostando a que aúun esté a buen horario para su escape por Mar del PLlata. ADemás, lo estimulaba el pensar largarse a cualquier lugar en el que esté tranquilo por dos semanas, respirando un aliento a victorioso. Solo era cuestión de tiempo, plata alcanzaba y eso era una gran ventaja en aquel momento.
A la cuarta ventanilla recién se alarmó. Iba a ser más difícil de lo que esperaba. Entonces adotó la resolución "para lo que haya", pero por diez minutos, quince como mucho. Pero la fecha no priometía, unna lenta semana de mayo preparándose para el calor del veinticinco. Ni un feriado, ni un festival de algo, nada, nada, un martes a las tres y media de la madrugada, para eso se largó del departamento, ara mendigar un lugar de destino decente un martes a als tres de la mañana. "Mejor me quedaba en el bulo ese de Constitución, tarado, el bulo de Constitución".
En la ventanilla setenta y seis había un micro para las tres cuarenta y cinco, a Pinamar, en diez minutos, un poco menos.
-Buenas noches, uno para Pinamar, por favor. El que sale ahora.
Le alcanzaba la plata, no era problem,a. La mejor decisión que tomó, sin duda. Se largaba, así nomás, se tomaba un micro, se iba.
Se acordaba de Pinamar, trabajó tres veces y uuna vez se fue con su familia, en los 90. Le gustaron mucho las casitas con jardín y parrilla; se había prometido alquilar una al menos para una semana. Sentado en los bancos del andén volvió a palmearse los bolsillos del sobretodo. Había una muerte espantosa en ese lugar, dos micros en toda la terminal, uno de los dos que ya estaba partiendo para La Quiaca, diez personas abordando el otro.
PD: Esto es lo primero que escribo de ficción luego de algún pesado tiempo de estancamiento creativo. No prometo, aunque espero poder continuarlo. Sepan disculpar los errores de ortografía, lo trascribi a las apuradas.
Eugenio, cariñosamente.
domingo, octubre 22, 2006
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1 comentario:
No seas así chabón! No podés dejarme con la intriga!
jeje, espero impacientemente una segunda entrega.
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